sábado, 12 de octubre de 2013

MENTE

A través de la experiencia hemos podido comprobar que es imposible comprender eso que se llama Amor hasta que hayamos comprendido en forma íntegra el complejo problema de la mente.
Quienes suponen que la mente es el cerebro están total mente equivocados. La mente es energética, sutil, puede independizarse de la materia, puede en ciertos estados hipnóticos o durante el sueño normal transportarse a sitios muy remotos para ver y oír lo que está sucediendo en esos lugares.
En los laboratorios de parapsicología, se hacen notables experimentos con sujetos en estado hipnótico.
Muchos sujetos en estado hipnótico han podido informar con minuciosidad de detalles sobre acontecimientos, personas y situaciones que durante su trance hipnótico se estuvieron sucediendo a remotas distancias.
Los científicos han podido verificar después de esos experimentos la realidad de esas informaciones. Han podido comprobar la realidad de los hechos, la exactitud de los acontecimientos.
Con estos experimentos de los laboratorios de parapsicología está totalmente demostrado por la observación y la experiencia que el cerebro no es la mente.
Realmente y de toda verdad, podemos decir que la mente puede viajar a través del tiempo y del espacio, independientemente del cerebro, para ver y oír cosas que se suceden en lugares distantes.
La realidad de las extrapercepciones sensoriales está ya absolutamente demostrada, y sólo a un loco de atar o a un idiota podría ocurrírsele negar la realidad de las extrapercepciones.
El cerebro está hecho para elaborar el pensamiento, pero no es el pensamiento.
El cerebro tan sólo es el instrumento de la mente. No es la mente.
Nosotros necesitamos estudiar a fondo la mente si es que de verdad queremos conocer en forma íntegra eso que se llama Amor.
Los niños y los jóvenes, varones y mujeres, tienen mentes más elásticas, dúctiles, prontas, alertas, etc.
Muchos son los niños y jóvenes que gozan preguntando a sus padres y maestros sobre tales o cuales cosas. Ellos desean saber algo más, quieren saber y por eso preguntan, observan, ven ciertos detalles que los adultos desprecian o no perciben.
Conforme pasan los años, conforme avanzamos en edad, la mente se va cristalizando poco a poco.
La mente de los ancianos está fija, petrificada, ya no cambia ni a cañonazos.
Los viejos ya son así y así mueren, ellos no cambian, todo lo abordan desde un punto fijo.
La chochera de los viejos, sus prejuicios, ideas fijas, etc., parecen todo junto, una roca, una piedra, que no cambia de ninguna manera. Por eso dice el dicho vulgar: "genio y figura hasta la sepultura".
Se hace urgente que los maestros y maestras encargados de formar la personalidad de los alumnos y alumnas, estudien muy a fondo la mente a fin de que puedan orientar a las nuevas generaciones inteligentemente.
Es doloroso comprender a fondo cómo a través del tiempo se va petrificando la mente poco a poco.
La mente es el matador de lo real, de lo verdadero. La mente destruye el Amor.
Quien llega a viejo ya no es capaz de amar porque su mente está llena de dolorosas experiencias, prejuicios, ideas fijas como punta de acero, etc.
Existen por ahí viejos verdes que se creen capaces de amar todavía, pero lo que sucede es que dichos viejos están llenos de pasiones sexuales seniles, y confunden la pasión con el Amor.
Todo viejo verde y toda vieja verde pasan por tremendos estados lujuriosos pasionales antes de morir, y ellos creen que eso es Amor.
El Amor de los viejos es imposible porque la mente lo destruye con sus chocheras, ideas fijas, prejuicios, celos, experiencias, recuerdos, pasiones sexuales, etc., etc., etc.
La mente es el peor enemigo del Amor. En los países supercivilizados el Amor ya no existe, porque la mente de las gentes sólo huele a fábricas, cuentas de banco, gasolina y celuloide.
Existen muchas botellas para la mente, y la mente de cada persona está muy bien embotellada.
Unos tienen la mente embotellada en el abominable comunismo, otros la tienen embotellada en el despiadado capitalismo.
Hay quienes tienen la mente embotellada en los celos, en el odio, en el deseo de ser rico, en la buena posición social, en el pesimismo, en el apego a determinadas personas, en el apego a sus propios sufrimientos, en sus problemas de familia, etc., etc., etc.
A la gente le encanta embotellar la mente. Raros son aquellos que se resuelven de verdad a volver pedazos la botella.
Necesitamos libertar la mente, pero a la gente le agrada la esclavitud. Es muy raro encontrar a alguien en la vida que no tenga la mente bien embotellada.
Los maestros y maestras deben enseñar a sus alumnos y alumnas todas estas cosas. Deben enseñar a las nuevas generaciones a investigar su propia mente, a observarla, a comprenderla. Sólo así, mediante la comprensión de fondo, podemos evitar que la mente se cristalice, se congele, se embotelle.
Lo único que puede transformar el mundo es eso que se llama Amor; pero la mente destruye el Amor.
Necesitamos estudiar nuestra propia mente, observarla, investigarla profundamente, comprenderla verdaderamente. Sólo así, sólo haciéndonos amos de sí mismos, de nuestra propia mente, mataremos al matador del Amor, y seremos felices de verdad.
Aquellos que viven fantaseando a lo lindo sobre el Amor, aquellos que viven haciendo proyectos sobre el Amor, aquellos que quieren que el Amor opere de acuerdo a sus gustos y disgustos, proyectos y fantasías, normas y prejuicios, recuerdos y experiencias, etc., jamás podrán saber realmente lo que es Amor. De hecho, ellos se han convertido en enemigos del Amor.
Es necesario comprender en forma íntegra lo que son los procesos de la mente en estado de acumulación de experiencias.
El maestro, la maestra, regañan muchas veces en forma justa, pero a veces, estúpidamente y sin verdadero motivo, sin comprender que todo regaño injusto queda depositado en la mente de los estudiantes. El resultado de semejante proceder equivocado suele ser la pérdida del Amor para el maestro, para la maestra.
La mente destruye el Amor y esto es algo que los maestros y maestras de escuelas, colegios y universidades no deben olvidar jamás.
Es necesario comprender a fondo todos esos procesos mentales que acaban con la belleza del Amor.
No basta ser padre o madre de familia; hay que saber amar. Los padres y madres de familia creen que aman a sus hijos e hijas porque los tienen, porque son suyos, porque los poseen como quien tiene una bicicleta, un automóvil, una casa.
Ese sentido de posesión, de dependencia, suele confundirse con el Amor, pero jamás podría ser Amor.
Los maestros y maestras de nuestro segundo hogar que es la escuela, creen que aman a sus discípulos, a sus discípulas, porque les pertenecen como tales, porque los poseen, pero eso no es Amor. El sentido de posesión o dependencia no es Amor.
La mente destruye el Amor y sólo comprendiendo todos los funcionalismos equivocados de la mente, nuestra forma absurda de pensar, nuestras malas costumbres, hábitos automáticos, mecanicistas, manera equivocada de ver las cosas, etc., podemos llegar a vivenciar, a experimentar de verdad eso que no pertenece al tiempo, eso que se llama Amor.
Quienes quieren que el Amor se convierta en una pieza de su propia máquina rutinaria, quienes quieren que el Amor camine por los carriles equivocados de sus propios prejuicios, apetencias, temores, experiencias de la vida, modo egoísta de ver las cosas, forma equivocada de pensar, etc., acaban de hecho con el Amor porque éste jamás se deja someter.
Quienes quieren que el Amor funcione como "yo quiero", como "yo deseo", como "yo pienso", pierden el Amor porque Cupido, el dios del Amor, no está dispuesto jamás a dejarse esclavizar por el "yo".
Hay que acabar con el "yo", con el Mí Mismo, con el Sí Mismo para no perder el Niño del Amor.
El "yo" es un manojo de recuerdos, apetencias, temores, odios, pasiones, experiencias, egoísmos, envidias, codicias, lujuria, etc., etc.
Sólo comprendiendo cada defecto por separado, sólo estudiándolo, observándolo directamente no sólo en la región intelectual sino también en todos los niveles subconscientes de la mente, va desapareciendo cada defecto, vamos muriendo de momento en momento. Así, y sólo así, logramos la desintegración del "yo".

Quienes quieren embotellar el Amor dentro de la horrible botella del "yo", pierden el Amor. Se quedan sin él, porque el Amor jamás puede ser embotellado.

Desgraciadamente la gente quiere que el Amor se comporte de acuerdo con sus propios hábitos, deseos, costumbres, etc. La gente quiere que el Amor se someta al "yo", y eso es completamente imposible porque el Amor no le obedece al "yo".
Las parejas de enamorados, o mejor dijéramos apasionados, suponen que el Amor debe marchar fielmente por los carriles de sus propios deseos, concupiscencias, errores, etc., y en esto están totalmente equivocados.
"¡Hablemos de los dos!", dicen los enamorados o apasionados sexualmente, que es lo que más abunda en este mundo. Y luego vienen las pláticas, los proyectos, los anhelos y suspiros. Cada cuál dice algo, expone sus proyectos, sus deseos, su manera de ver las cosas de la vida, y quiere que el Amor se mueva como una máquina de ferrocarril por los carriles de acero trazados por la mente.
¡Cuán equivocados andan esos enamorados o apasionados! ¡Qué lejos están de la realidad!
El Amor no le obedece al "yo", y cuando quieren los cónyuges ponerle cadenas al cuello y someterlo, huye dejando a la pareja en desgracia.
La mente tiene el mal gusto de comparar. El hombre compara una novia con otra. La mujer compara un hombre con otro. El maestro compara a un alumno con otro, a una alumna con otra, como si todos sus alumnos no mereciesen el mismo aprecio. Realmente toda comparación es abominable.
Quien contempla una bella puesta de Sol y la compara con otra, no sabe realmente comprender la belleza que tiene ante sus ojos.
Quien contempla una bella montaña y la compara con otra que vio ayer, no está realmente comprendiendo la belleza de la montaña que tiene ante sus ojos.
Donde existe comparación no existe el Amor verdadero. El padre y la madre que aman a sus hijos de verdad, jamás los comparan con nadie, les aman y eso es todo.
El esposo que realmente ama a su esposa, jamás comete el error de compararla con nadie, la ama y eso es todo.
El maestro o la maestra que aman a sus alumnos y alumnas, jamás los discriminan, nunca les comparan entre sí, les aman de verdad y eso es todo.
La mente dividida por las comparaciones, la mente esclava del dualismo, destruye el Amor.
La mente dividida por el batallar de los opuestos no es capaz de comprender lo nuevo, se petrifica, se congela.

La mente tiene muchas profundidades, regiones, terrenos subconscientes, recovecos, pero lo mejor es la Esencia, la Conciencia, y está en el centro.
Cuando el dualismo se acaba, cuando la mente se torna íntegra, serena, quieta, profunda, cuando ya no compara, entonces despierta la Esencia, la Conciencia, y ése debe ser el objetivo verdadero de la Educación Fundamental.
Distingamos entre objetivo y subjetivo. En lo objetivo hay consciencia despierta. En lo subjetivo hay consciencia dormida, subconsciencia.
Sólo la consciencia objetiva puede gozar el conocimiento objetivo.
La información intelectual que actualmente reciben los alumnos y alumnas de todas las escuelas, colegios y universidades es subjetiva ciento por ciento.
El conocimiento objetivo no puede ser adquirido sin consciencia objetiva.
Los alumnos y alumnas deben llegar primero a la autoconsciencia y después a la consciencia objetiva.
Sólo por el camino del Amor podemos llegar a la consciencia objetiva y el conocimiento objetivo.
Es necesario comprender el complejo problema de la mente si es que de verdad queremos recorrer el camino del Amor.

V.M. SAW / M.A.S.

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