La vida del ser humano tiene
cada etapa. Hoy aquí, mañana allá. El mundo se estremece, las mentes se
dislocan, los afectos se pierden. Los egos se enseñorean ante el ser. La
doctrina del amor que predicara el gran maestro orillas del Mar Muerto y entre
las pétreas montañas de Judea, es olvidada por muchos y tomada como escudo para
cometer todo acto de ignominia y desvergüenza. Cuanto han aumentado los
sepulcros blanqueados desde aquel tiempo en que los reconociera el gran kabír
Jesús, hasta ahora. ¿Cuanto indolencia, cuanta discriminación, cuanto irrespeto
a la vida en todos los sentidos tendremos que ver y soportar hasta que llegue
el gran cambio?
Todo tiene un límite debajo
del cielo, un principio y un fin. Hay alguien, que tiene la última palabra...
el alfa y omega de todas las cosas... Todo está dicho y escrito... Sólo cambian
las vías y maneras de decirlo. Mientras vivimos, siempre se nos da una
oportunidad de decirlo y hacerlo mejor. De decir, lo siento, de decir me
importas, de decir aquí estoy, estoy contigo. Por encima de toda duda, tenemos
algo más que nuestros huesos y carne, que nuestras riquezas y miserias,
realidades y vanidades. Tenemos nuestra razón de ser, nuestra almas, nuestro
espíritu, nuestro ser, nuestro amor.
SIEMPRE HAY ALGO MÁS…
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SURCARÉ EL ESPACIO INFINITO, ARRIBARÉ A UN MUNDO SIN FRONTERAS, DISFRUTARÉ DE AQUEL VALLE DE DELICIAS Y MIRARÉ EXTASIADO LA FAZ DE SU DIVINO Y EXTRAORDINARIO GOBERNANTE...